¡Pues no te quedes sentado, te desvelamos el secreto mejor guardado de la Comunidad, un lugar mágico, rural y desconocido a tan solo una hora de la gran ciudad!
Cuando llega el otoño la vegetación, y en especial los bosques y árboles de hoja caducifolia (pierden la hoja en otoño) adquieren unas tonalidades cálidas y muy especiales, que en combinación con las frecuentes nieblas de esta época del año hace que todo se envuelva en un ambiente mágico y misterioso. Los paisajes, salpicados de tonalidades rojas, ocres, amarillas o naranjas se nos muestran como un mosaico lleno de contrastes cromáticos, lo que nos invita a pasear por ellos y disfrutar una maravillosa jornada.
Ejemplos mágicos de ello son el Hayedo de Montejo, declarado Patrimonio Natural de la Humanidad por la UNESCO, los abedulares de Canencia o la Dehesa Bonita en la localidad de Somosierra, los bosques de ribera que acompañan a ríos y arroyos, y cuyas especies arbóreas como abedules, álamos, sauces o alisos, engalanan las orillas con multitud de colores o las dehesas serranas, ya sean de fresnos o robles, lugares encantados que ofrecen un colorido muy peculiar. Una mención especial merece la dehesa de acebos de Robregordo, que además de un tesoro botánico ofrece una particular versión del otoño, con el manto verde de los acebos engalanados con racimos de frutos de un intenso color rojo.
Un paseo muy singular es la cañada de las merinas en Prádena del Rincón, en donde existe un pequeño bosque de arces de Montpellier, cuyas hojas adquieren en otoño un bonito color rojo en contraste con el verde intenso de la hierba que vuelve a crecer en esta época del año.