• Agua, embalses, puentes y pueblos del río Lozoya - Parte 1. Emilio Ramírez

    Cuántas veces habremos dicho y escuchado en Madrid la frase agua de Lozoya”, al hablar de lo buena que es el agua que se bebe en la capital. Su fundamento radica en que, desde mediados del siglo XIX, durante cien años, la ciudad de Madrid se abastecía para su consumo del agua del río Lozoya.

    Este atraviesa la Comunidad de Madrid durante 81 kilómetros, de oeste a este. Desde la Sierra de Guadarrama hasta la divisoria de las comunidades de Madrid y Castilla-La Mancha, en Patones, donde vierte su caudal en el río Jarama. Sus fuentes se encuentran en las montañas de Cabeza de Hierro, Navacerrada, Cotos y Peñalara.

    Las rocas que conforman el valle del Lozoya son duras: gneis, granito, cuarcita y pizarra, por lo que al fluir arrastra y disuelve pocos minerales, causa de que su agua tenga buen sabor y, por tanto, sea muy preciada para el consumo humano.

    Cinco embalses se han construido a lo largo de su recorrido, en los que se almacena el 62% de los recursos hídricos de la Comunidad de Madrid: Pinilla (presa construida en 1967), Riosequillo (1958), Puentes Viejas (1914-1939), El Villar (1879) y El Atazar (1972). Y, también, el Pontón de la Oliva (1856), que fue construido con el mismo fin pero que hoy se encuentra en desuso. En ellos podéis disfrutar de las aguas de nuestro protagonista, el río Lozoya.

    El rastro humano en estos parajes se remonta a la Prehistoria, como demuestran los restos arqueológicos encontrados en los yacimientos de Pinilla del Valle y otros pueblos que rodean el Lozoya. Desde entonces, estos lugares han sido testigos de los cambios de la humanidad. Se podría decir que el origen de muchos de los pueblos actuales estuvo en asentamientos islámicos, aunque se fundaron durante los siglos XI y XII, cuando se produjo la reconquista de estos territorios por los cristianos y se organizaron en las denominadas “comunidades de villa y tierra”: haciendas mancomunadas que incluían a distintas aldeas alrededor de una villa principal.

    El rastro humano en estos parajes se remonta a la Prehistoria

    Los asentamientos que rodean el Lozoya se encuentran en su Valle Alto y en sus valles Medio y Bajo. En el primero, lo cruzan 13 puentes y se asoman a él 13 localidades: Rascafría, Oteruelo del Valle, Alameda del Valle, Pinilla del Valle, Lozoya, Canencia, Garganta de los Montes, El Cuadrón, Gargantilla del Lozoya, Pinilla de Buitrago, Navarredonda, San Mamés y Villavieja de Lozoya.

    A pocos kilómetros de su nacimiento, se encuentra el primer puente que atraviesa su cauce: el pequeño Puente de la Angostura, construido en piedra, que forma parte de un lugar mágico y perfecto para realizar senderismo: hacia el tejo centenario, hasta Cotos o a la zona de la Isla. A media hora caminando, se llega al minúsculo Embalse del Pradillo y su presa, hace mucho tiempo abandonada, en Rascafría, que conforman un paraje paradisíaco digno de conocer y cuyo salto de agua no deberíais perderos.

    El próximo encuentro del Lozoya es con el Puente de El Perdón, construido a instancias de los monjes del Monasterio de Santa María de El Paular, durante la primera mitad del siglo XVIII. Se encuentra rodeado de prados y bosques y desde él se puede disfrutar de una preciosa vista del Monasterio y acceder al Bosque Finlandés.

    Continuando por el curso del río, encontramos, entre otros, el pueblo de Alameda del Valle, que en el siglo XVI vivió un auge de riqueza por la importancia de su propia cabaña y por ser lugar de paso del ganado trashumante. Basaban su economía en el peaje de los rebaños y en la transformación de la lana. Al sur del corazón de esta localidad, se encuentra el puente situado en la Calle Grande, que lleva a la Ermita de Santa Ana, construida en el siglo XVIII y desde cuyo enclave podréis divisar unas vistas panorámicas únicas, presididas por el macizo de Peñalara.

    La primera retención del agua del río Lozoya es el Embalse de Pinilla. En 1965, el Canal de Isabel II decidió embalsar el agua de esta zona, implicando cambios drásticos en su paisaje y los quehaceres de sus habitantes. Es un lugar idílico a los pies de la Sierra de Guadarrama y con vistas al Parque Nacional, donde podréis respirar tranquilidad. Baña las orillas de Pinilla del Valle, su parque arqueológico del Valle de los Neandertales y las del pueblo de Lozoya. A un kilómetro de la presa de Pinilla se encuentra el Puente Canto, desde el que una senda permite llegar hasta el pueblo de Canencia.

    Otro municipio bañado por el río es Gargantilla del Lozoya, cuyo nombre hace alusión a su origen, ya que podría haber sido fundado por habitantes de Garganta de los Montes, huidos antes del siglo XV por una epidemia y para evadir impuestos y tributos. Fuera del pueblo se conservan los restos de la antigua Ermita de Santiago, lugar que fue el origen de Gargantilla.

    Los habitantes de Garganta de los Montes también llegaron a El Cuadrón. Este tuvo su origen en el cruce de vías pecuarias, donde los judíos de la zona eran dueños de tierras fértiles cerca del río. Al ser expulsados de España, los citados habitantes se hacen con ellas y se forma el núcleo del pueblo.

    El río Lozoya continúa surcando las orillas de pueblos y valles en sus cursos medio y bajo. En nuestro próximo post, os contaremos más sobre ellos. Por el momento, os invitamos a ir conociéndolos y a recorrer sus calles, marcadas por la Historia, y su naturaleza, llena de ecosistemas rebosantes de vida.

     

    Este texto es el resumen de la primera parte del trabajo realizado por Emilio Ramírez: “Puertas y balcones al Lozoya”, que ha puesto a disposición de Sierra Norte de Madrid. Y que podéis leer al completo pinchando aquí.

     

    Os recordamos que los instrumentos de ordenación y gestión vigentes prohíben el baño en la totalidad de la cuenca hidrográfica del río Lozoya. Las únicas zonas de baño autorizado en toda la cuenca son el área recreativa de Las Presillas, en Rascafría, y el área recreativa de Riosequillo, en Buitrago del Lozoya.

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