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Arquitectura civil y popular

Patrimonio civil y popular

La Sierra Norte guarda un magnifico patrimonio etnográfico con mucho carácter debido, entre otras cosas, a su emplazamiento en la frontera natural que forma el Sistema Central. Esta situación geográfica ha propiciado que en muchas fases la historia la haya situado en una especie de tierra de nadie, en la que sus habitantes han ido forjando una identidad propia.

La cultura se ha desarrollada a partir de unos modos de vida en la montaña, sometida en muchos momentos al aislamiento e influenciada en gran medida por la ganadería, la agricultura y el pastoreo.

Todo esto ha condicionado en gran manera la arquitectura, comenzando por las propias casas de los habitantes, construidas con los materiales que tenían a mano, principalmente, piedra (granito, pizarra, esquistos) y madera (pino y roble fundamentalmente). La estructura de las casas igualmente reflejaba esta vida en la montaña, agolpadas unas a otras para evitar el frio, muros gruesos, pequeñas ventanas, y tejados a dos aguas con teja árabe para evacuar rápidamente el agua de lluvia. Las casas, orientadas al Sur, constaban de dos plantas, en la primera, se situaba la cuadra, la sala y la cocina, donde discurría la vida familiar en torno a la lumbre, y en la segunda estaban los dormitorios y un cuarto para almacenar la cosecha y los aperos de labranza.

Patrimonio civil y popular

Relacionadas con la ganadería y el pastoreo y repartidas por toda la Sierra encontramos las majadas, parajes en las laderas, donde había un chozo, que los pastores solían acondicionar para pasar los meses de agostadero, al igual que el aprisco construcciones rústicas para guardar el ganado, sobre todo ovejas y cabras, en caso de inclemencias del tiempo y prevenir el ataque de los depredadores. Fuentes y manantiales, algunas más trabajadas y adaptadas para dar de beber al ganado formando abrevaderos o pilones. A estas hay que añadir las de los pueblos, primordiales para la vida y adaptadas más para el consumo humano que para los animales. Algunas son verdaderas obras de arte. Otro elemento asociado a la ganadería y a los pueblos serranos es el potro de herrar, presente en casi todos ellos.

Asociadas a la agricultura, habría que destacar las regueras, autenticas obras de ingeniería hidráulica, algunas con más de IV siglos de antigüedad. El agua se toma desde la cabecera de los arroyos “la madre” y se canaliza a través de acequias hasta los pueblos o las zonas de cultivo, recorriendo decenas de kilómetros en algunos casos. Para el reparto de las aguas se establecían turnos de riego, y para ello en algunos pueblos se utilizaba un reloj de sol, también llamado Piedra de las veces.

También asociadas al agua, otras construcciones comunales eran los molinos, fundamentales para el sustento de los habitantes y de los que hablaremos de manera más extendida en próximos reportajes de esta web y los lavaderos donde las serranas hacían la colada en las frías aguas que bajan de la sierra y que aún hoy podemos ver algunos como en La Acebeda o en Berzosa.

Pero sin duda, el patrimonio hidráulico más importante de la Sierra, y vital para la ciudad de Madrid, es el realizado por el Canal de Isabel II, con 5 embalses en nuestra sierra, entre ellos el del Atazar, el más grande de la Comunidad de Madrid. A parte de sifones, almenaras, conducciones y canales para llevar el agua a la capital madrileña.

Otro elemento común en varios pueblos serranos es el rollo, los podemos ver en aquellas poblaciones que tenían la condición de villa, su finalidad era avisar a los forasteros que la ciudad tenía alcalde y juez propios, para juzgar delitos en primera instancia.

Patrimonio civil y popular

Un tesoro, a veces escondido, pero de una importancia fundamental, en la época en que el pastoreo y los rebaños, sobre todo de ovejas merinas, eran la base fundamental de la economía serrana, son los puentes medievales. Imprescindibles para la conducción de los rebaños  y mercancías a las distintas partes de la sierra. Numerosos ejemplos se reparten por toda la Sierra Norte como el Puente del Perdón (Rascafría), el del Congosto (Lozoya), Puente Canto (Canencia)…Estos puentes conducirían, además de a las distintas majadas en las que se repartían los rebaños, a las importantes construcciones industriales relacionadas con la lana, como los ranchos de esquileolavaderos de lanas y baches auxiliares. Al pie de la Sierra, según la descripción de Antonio Ponz, hacia 1770, habría más de veinte ranchos o esquileos.

“En torno al ganado surgen una serie de infraestructuras necesarias para los trabajos relacionados con ella. En Buitrago tenemos constancia de la existencia de siete esquileos, cuatro de ellos de pequeño tamaño e importancia y de los tres restantes, sabemos que en dos se esquilaba más ganado que el propio de la familia propietaria, (…) Por último, existía otro gran esquileo en la finca El Bosque, al otro lado del río Lozoya, junto al Palacio, ambos propiedad del duque del Infantado, que esquilaba exclusivamente los ganados del duque dado el gran número de cabezas que poseía. De los mismos dueños es un gran lavadero de lanas cuyas ruinas aún subsisten al otro lado del rio en la colada que va al puerto de Linera.”

Irremediablemente relacionado con los puentes otro patrimonio fundamental en la Sierra es el de los Caminos Históricos, ligados al pastoreo y a otras actividades y vicisitudes históricas, los caminos de la Sierra guardan un rico patrimonio, algunos de espacial importancia como la Cañada Real Segoviana que atraviesa la Sierra de Norte a Sur. Este patrimonio digno de ser conservado y rehabilitado en algunos casos, es, a día de hoy, una prioridad para muchos de las personas que vivimos en la Sierra, verdaderas plataformas para un turismo sostenible y una herramienta fundamental para la educación medioambiental…de la que nos beneficiamos TODOS.

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